Sin rastro.

Acrux miró la pantalla de su computadora.

Ciento quince mil y algo mensajes se escondían en ese infinito mar electrónico llamado «la red». Mensajes que había conservado por el tiempo, algunos por motivos personales, otros por necesidad laboral y unos más colados que no había borrado mientras la línea cronológica los mostraba aún y se habían perdido con el tiempo.

El reloj de su computadora indicaba que ya era el día siguiente. En unas horas tendría que levantarse para continuar con su vida normal.

La vida no le pesaba, pero tampoco lo hacía sentir ligero. Era una persona común y corriente, con una vida normal, rodeado de personas normales con gustos y necesidades normales. Lo único que hacía diferente a Acrux, eran esas noches en que pensaba.

Pensar era su mayor tesoro, podía con eso encontrar la respuesta a todos sus problemas, a la par que encontraba más problemas de los necesarios. Una larga noche pensando podía ser más agotadora que el resto de trabajo de toda la semana junta. Sin embargo, saber que podía pensar, lo hacia sentir bien.

El reloj aún avanzaba y Acrux continuaba dejando que su mente obtuviera las conclusiones correctas de lo que había estado pensando en los últimos días. 3 noches habían bastado para evaluar todo lo que había sucedido en los 3 últimos años. Escuela, trabajo, familia, pareja y amigos. Todo terminaba en el mismo punto donde iniciaba, era un ciclo infinito donde la única constante, era él mismo.

Pensó en sus propósitos de año nuevo, pensó en lo poco que le importaba esa costumbre, y pensó también en que sin querer, había caído en aquello que toda la vida había rechazado. Aquello que siempre le había parecido una tontería, ahora lo llenaba de una fantasmagórica satisfacción, saber que había acertado en todo aquello cuanto se había propuesto el año pasado y hoy, estando a mediados del primer mes del año (nuevamente) recapitulaba en todo aquello que deseó conseguir. Lo tenía. ¿Había sido acaso el proponérselo, o es que estaba seguro de que lo conseguiría y sólo fijó sus metas claramente?

Divagó un poco sobre esta idea, pero al final se rindió. Volvió a mirar la cantidad de correos que palpitaban en su buzón. Abrió sus redes sociales y todo cuanto tenía rastro de quién había sido hasta ahora.

Respiró pausadamente un minuto más. La decisión estaba tomada, lo único que evitaba que lo hiciera, era reunir el coraje necesario y poder decir «está hecho». No estaba seguro de las consecuencias que esto podría atraerle, pero sabía que lo iba a hacer.

Miró de nuevo el reloj. 17 minutos habían pasado desde el primer vistazo. No tenía sueño y ciertamente no sabía qué esperaba. Sobre la mesa había un plato con un trozo de «pan de pueblo» y un vaso de leche. A él no le gustaba tomar leche, pero por alguna ridícula razón (quizá, que a la mujer de la cual estaba enamorado, le gustaba cenar pan con leche) se había servido un vaso esta noche.

La televisión estaba encendida, en un canal cultural que presentaba dentro de su programación «Zona D», una zona especial para la diversidad «de gustos». Ciertamente, Acrux no tenía esa «diversidad», pero tampoco estaba en contra de ella. En ese momento proyectaban una película homosexual titulada «Hollywood te amo». Las películas no eran su fuerte. Le resultaba imposible sostener una conversación adecuada con una persona amante del cine. Si bien disfrutaba de verlas, podía pasar meses enteros sin pararse por un cinema, o siquiera prender la pantalla que tanto trabajo le había costado montar sobre la pared, junto con el equipo de sonido traído especialmente desde aquel lejano país.

Miró por un momento la pared. Le parecía tan aburrida el día de hoy, aún cuando siempre podía pasar horas con ella enfrente, imaginando mil figuras distintas en cada imperfección contenida sobre ella. Sin embargo, sabía que en medio de esa pared se encontraba la respuesta a lo que en ese momento estaba buscando. La profundidad que lograba alcanzar al mantener la mirada, era tal, que llegaba a marearse. Mil cosas pasaban por su cabeza y todo apuntaba a lo mismo.

De un momento a otro, la televisión dejó de escucharse, la luz no importó más y la decisión se tomó. Acrux estaba listo.

Uno a uno, fue borrando todos los mensajes que pudo encontrar. Corrió un programa que había estado preparando desde varios meses antes, con el fin único de eliminar todo rastro de su presencia en la red conocida como internet. Llevaría largas horas de trabajo, pero estaba todo dispuesto para dar el primer paso.

Se levantó lentamente y fue a la cocina, para prepararse una última taza de café con aquel aparato extraño que su padre le había heredado en sus últimos días. La chatarra apenas servía, pero aún decantaba un aromático café con olor a recuerdos.

Cerró tras de sí la puerta del apartamento, dejándolo con el cerrojo puesto como si se fuera de viaje. Y en efecto, se iría, pero para jamás volver.

Caminó unos pasos escaleras abajo, volteó para revisar que todo estuviese dispuesto, y dejó que sus pies caminaran sin rumbo hacia un destino desconocido, dejando el pasado atrás e iniciando una vida nueva. Sin rastro alguno de que existió jamás. Sería un recuerdo en algunas personas, pero la ausencia de información acerca de él, sólo causaría confusión y problemas: tendrían que olvidarlo, o internarse en una clínica mental. Oficialmente, él ya no existía y jamás lo había hecho.

Así, Acrux dejó de ser él, para renacer en alguien más.

~ Alfred ~